El olor a incienso, la música suave y las manos lubricadas de Lucía Nieto transportan a Alberto Blanco a una serenidad muy reconfortante.
La toalla blanca comienza a elevarse gracias a una erección imparable que reclama urgentemente las manos de la masajista Lucía Nieto. La excitación es mutua y va a más, pero a fuego lento, sin ningún tipo de prisa por disfrutar de la explosión final. Un masaje a cambio de varios orgasmos es sin duda un buen trato.